EL PROCESO DE DUELO
A lo largo de nuestra vida todos sufrimos en algún momento sentimientos de pérdida que pueden aflorar ante diversas circunstancias: fracasos a nivel laboral, pérdida de un bien material, una ruptura de pareja… aquellos considerados más traumáticos son los relacionados con la pérdida de salud como el diagnóstico de una enfermedad incapacitante, grave o terminal o el fallecimiento de una persona cercana.
¿Cómo nos sentimos ante estas situaciones?
El duelo es la respuesta personal y subjetiva de cada persona para afrontar una pérdida tratándose de un proceso de asimilación y supervivencia emocional para retomar el sentido de la vida. Son situaciones adversas que generan un gran sentimiento traumático y que se acentúa más si se producen de forma repentina.
Los sentimientos de cada persona afloran de una forma diferente. La personalidad, la capacidad para expresar los sentimientos, la red de apoyo social de una persona y el tipo de pérdida son algunos de los factores que determinan cómo cada persona afronta el duelo y qué sentimientos experimenta. Aparecen emociones muy intensas como soledad, desesperación, impotencia, abandono… En otros casos ira, resentimiento y rencor.
Las 5 etapas del duelo:
Al experimentar una pérdida importante las personas comúnmente pasan por este proceso de asimilación llamado duelo. Éste ha sido ampliamente estudiado durante años, determinando que se compone de cinco etapas definidas por la manifestación de una serie de sentimientos. Las etapas se producen en la mayoría de las personas pero no tienen por qué darse todas ni en el mismo orden.
Primera etapa (NEGACIÓN): al recibir la noticia de la pérdida, las personas experimentan un sentimiento de negación de lo sucedido. Se trata de un mecanismo de defensa que busca amortiguar el shock que supone la nueva realidad.
Segunda etapa (IRA): somos conscientes de lo sucedido y comenzamos a experimentar rabia, ira y rencor en mayor o menor medida hacia las personas de nuestro entorno, la situación o nosotros mismos. Es una búsqueda inconsciente de un por qué o de un culpable.
Tercera etapa (NEGOCIACIÓN): buscamos formas de apaciguar el dolor cambiando actitudes y hábitos.
Cuarta etapa (DEPRESIÓN): comenzamos a ser realmente consciente de los hechos y dado que los estados anteriores no nos han aportado ninguna solución real, nos sumimos en un estado depresivo en el que se tiende al aislamiento social. Es la etapa más larga del proceso y en la que debemos buscar más apoyo y exteriorizar nuestros sentimientos.
Quinta fase (ACEPTACIÓN): comienza la asimilación de la pérdida. Miramos atrás y recordamos aquello que hemos perdido pero también comenzamos a realizar planes de futuro y somos conscientes de que nuestra vida continúa sin esa persona. Finalmente recordaremos aquello que hemos perdido con el cariño que sentíamos entonces y desaparecerán los sentimientos de dolor.
¿Cómo actuar ante una situación de duelo personal o de alguien cercano?
Lo más importante es entender este proceso como algo completamente normal. Todo cambio en nuestras vidas requiere un proceso de adaptación y aceptación de esta nueva situación. De una duración más o menos variable y de una forma más o menos manifiesta, todos experimentamos los mismos sentimientos de dolor y desolación ante una pérdida importante. Debemos, durante este proceso, buscar el apoyo de las personas más cercanas y ser capaces de expresar nuestros sentimientos, realizar actividades que nos gusten.
¿Cuándo debería buscar ayuda?
El personal sanitario puede ser un pilar importante a la hora de superar el duelo. Desde atención primaria se puede realizar un seguimiento estrecho del proceso de duelo de la persona para conseguir que nos transmita cómo se encuentra ante dicha situación y ofrecerle la ayuda que precise.
Además, aunque todo lo que hemos comentado anteriormente es normal, algunos síntomas pueden poner de manifiesto un duelo no normal o con rasgos patológicos. Estos casos deberían hacernos solicitar ayuda de una persona cercana y/o de un profesional sanitario:
- Intenso sentimiento de culpa.
- Pensamientos de suicidio.
- Desesperación extrema.
- Inquietud o depresión prolongadas.
- Ira incontrolada.
- Abuso de sustancias.
- Dificultades continuadas de funcionamiento que le incapacitan conservar el trabajo o realizar las tareas domésticas.
Lucía Molinero
Residente MFyC